Había diseñado ya dos juegos de mesa y estaba contento con el ritmo de desarrollo que llevaba con ellos.
Los tableros ya estaban impresos, las fichas y los dados casi a punto. Estaba pensando en trabajar con tabas en lugar de hacer servir dados romanos, pero la forma de conseguir las tabas originales para fabricar los moldes había dejado el asunto en “stand by”. Era cuestión de tiempo.
Contemplar y detectar que los dos primeros juegos de mesa únicamente abordaban temas mitológicos, provocó que este nuevo juego de mesa cambiara su orientación: continuaría en el mismo espacio físico y temporal, la Antigua Grecia, pero esta vez la perspectiva sería diferente: la filosofía.
Recordaba mis años en el instituto Eugeni d’Ors de Badalona y aquella asignatura tan fascinante que era la filosofía. Y de nuevo mi intención de combinar y juntar en un mismo plano, juego de mesa, conocimiento y persona, me condujo hasta “El Arjé y los presocráticos”.
Los pensadores presocráticos, y más concretamente los filósofos pertenecientes a la escuela de Mileto, eran las figuras que mejor se adaptarían a jugar en un tablero.
El Arjé o punto de origen y principio de todas las cosas, representó el motivo para la competición.
Cada filósofo tenía una idea en su cabeza de lo que era el origen y principio de las cosas y del universo.
Cada filósofo decidió defender su posición e intentó expandir su idea de Arjé.
Me perdonaran los entendidos en la materia por incluir a Heráclito. Aunque fue forzada su presencia entre los filósofos milesios, era comprensible que ocupara uno de los cuatro puestos de filósofo, ya que se postulaba como el defensor del fuego como Arjé.
Ya teniamos las fichas (los cuatro filósofos) y los dados con números griegos, que posiblemente serían sustituidos por tabas. Solamente nos faltaba el tablero.
Éste, finalmente quedó formado por dos zonas diferenciadas: un perímetro por donde se moverían los filósofos y un centro por donde se expandiría el Arjé de cada uno.
Después de esto, tan solo me faltaba invitar a jugar a tres personas que representarían a otros tantos pensadores.
Para representar al cuarto,… ya estaba yo.
Gregori Navarro
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